La arquitectura hostil es una estrategia de diseño urbano que busca desincentivar comportamientos no deseados en los espacios públicos.
Este tipo de arquitectura, también conocida como arquitectura anti vagabundos, utiliza elementos como bancos con divisores, superficies inclinadas o barreras físicas para limitar el acceso o el uso de ciertas áreas por parte de personas consideradas "problemáticas", como las personas sin hogar o los jóvenes.
Por ejemplo, se suelen ver bancos con reposabrazos intermedios que impiden que alguien se tumbe o se acueste.
Otro caso son los picos en superficies planas, como alféizares o bordes de edificios, que evitan que las personas se sienten o descansen.
Además, existen estructuras anti-skateboarding que impiden la práctica de este deporte, usando barreras o superficies irregulares.
Estos ejemplos de arquitectura defensiva muestran cómo la arquitectura hostil actúa para mantener el orden, pero generan un debate sobre sus efectos en la exclusión social.
Aunque uno de los principales objetivos de la arquitectura hostil es mejorar la seguridad urbana, también se ha criticado por su impacto en la inclusión social.
Las personas sin hogar, los jóvenes y otros grupos vulnerables son quienes más sufren las consecuencias de estos diseños, que muchas veces marginalizan y refuerzan desigualdades sociales.
En lugar de resolver los problemas urbanos de raíz, esta arquitectura suele desplazar las situaciones a otras áreas, sin ofrecer soluciones efectivas a largo plazo.
La implementación de estas medidas ha generado controversia, ya que si bien pueden contribuir a mantener el orden en los espacios públicos, también crean entornos poco acogedores.
Espacios que, en lugar de fomentar la interacción social, la convivencia y la participación comunitaria, se convierten en áreas inhóspitas que reducen la calidad de vida.
Los efectos negativos no solo recaen sobre las personas sin hogar, sino también sobre los ciudadanos en general, afectando el tejido social de las ciudades.
Impacto en la sociedad y la seguridad urbana
El impacto de la arquitectura hostil en la sociedad va más allá de mejorar la seguridad urbana.
Si bien es cierto que puede disuadir comportamientos indeseados, muchos expertos sostienen que no resuelve los problemas de fondo.
En lugar de abordar las causas subyacentes, como la falta de vivienda o la desigualdad económica, estas estrategias simplemente expulsan a las personas de ciertas áreas, sin ofrecer alternativas.
Este tipo de arquitectura crea un efecto de exclusión social al delimitar quiénes son bienvenidos en los espacios públicos y quiénes no.
Al diseñar entornos que desalientan la presencia de personas sin hogar o jóvenes, se corre el riesgo de generar ciudades que no son inclusivas.
Esto aumenta la marginalización y profundiza las desigualdades, creando un círculo vicioso donde los problemas se perpetúan en lugar de solucionarse.
Además, las consecuencias pueden ser contraproducentes.
Los espacios públicos diseñados de manera hostil pueden terminar afectando la vida cotidiana de todas las personas, no solo de los grupos que se busca evitar.
Por ejemplo, una ciudad con bancos incómodos o barreras anti-skateboarding puede volverse menos accesible y amigable, disminuyendo la calidad de vida y el disfrute de sus ciudadanos.
Ejemplos de arquitectura hostil
· Bancos con divisores: Muy comunes en parques o estaciones, estos bancos incluyen divisiones físicas que impiden que las personas se tumben. Este diseño se utiliza específicamente para desalentar a las personas sin hogar de dormir en lugares públicos.
· Picos en superficies planas: Elementos como los picos o clavos instalados en bordes de edificios, alféizares o incluso en espacios abiertos buscan evitar que las personas se sienten o permanezcan en estos lugares. Esta es una medida efectiva pero también muy criticada por su carácter agresivo.
· Estructuras anti-skateboarding: Se emplean barreras físicas o superficies irregulares para prevenir la práctica del skateboarding en ciertas áreas. Aunque esto puede evitar daños a la propiedad, también limita el uso de los espacios públicos para los jóvenes.
· Superficies inclinadas: En áreas como las entradas de edificios o estaciones de tren, algunas superficies están diseñadas con inclinaciones que impiden que las personas se detengan o descansen. La intención es mantener un flujo constante de personas, pero esta medida puede resultar incómoda para el público en general.
· Rociadores automáticos: Algunas ciudades han instalado sistemas de rociadores automáticos en áreas donde las personas sin hogar suelen dormir. Estos sistemas mojan las superficies periódicamente, haciendo imposible que alguien permanezca allí. Aunque esta medida puede disuadir, ha sido fuertemente criticada por su falta de humanidad.
· Iluminación intensa: Otro ejemplo es el uso de luces intensas en áreas públicas durante toda la noche, que busca evitar que las personas duerman en estos lugares. Si bien puede reducir ciertos comportamientos no deseados, también contribuye a la alienación y exclusión de quienes no tienen otro lugar donde ir.
Estos ejemplos muestran cómo los diseñadores urbanos pueden influir directamente en la interacción social mediante el control del comportamiento en los espacios públicos.
Sin embargo, también se plantea la pregunta sobre cuán inclusivas y justas son estas medidas. Aunque ayudan a mejorar el orden y la seguridad en las ciudades, la exclusión social que provocan es un tema de gran preocupación.
Responsabilidad de los arquitectos
La responsabilidad de los arquitectos en este tipo de decisiones es considerable.
Las decisiones de diseño urbano no solo afectan la estructura física de las ciudades, sino también la vida cotidiana de las personas que habitan en ellas.
Por lo tanto, es crucial que los arquitectos y diseñadores encuentren un equilibrio entre mejorar la seguridad y garantizar la inclusión social.
Además, estos profesionales deben estar respaldados por pólizas de seguros adecuadas, ya que pueden enfrentar disputas o problemas legales derivados de sus decisiones de diseño.